Revista «Letra Internacional»
Año: 2008
Reseña del libro Pioneros del Diseño Gráfico en España.
La primera revolución
Álvaro Sobrino
Los libros sobre diseño son hoy volúmenes desproporcionados, de un lujo asiático –la mayoría se imprimen en China– que casi nunca está justificado. Es una «tendencia de mercado», de la que los editores rara vez se alejan. Uno no acaba de entender esa parafernalia ostentosa, que pocas veces se ve acompañada por la calidad de los contenidos, y que acaba por transmitir una imagen frívola y «glamourosa» de una actividad que no lo es. Pioneros del diseño gráfico español no escapa al fenómeno: papel grueso, tapas duras, sobrecubiertas que desplegadas se convierten en un cartel promociona del propio libro… y con todo ello, un precio prohibitivo para los estudiantes, que deberían ser el público objetivo. Pero hay que insistir en que ésta es la tónica habitual en el género, lo sorprendente hubiera sido que no sucediera en esta ocasión. A cambio, esta vez sí, el contenido merece la pena.
Dejando aparte esas exigencias del mercado, encontramos en este libro un interesante recorrido por el trabajo de los grandes maestros del diseño gráfico español de primera generación. Hasta los años 60 no empezó a hablarse propiamente de diseño, y sin embargo estos pioneros llevaban años poniendo los mimbres para una actividad que en las siguientes cinco décadas se generalizó, maduró, se transformó de una manera radical con la aparición de los ordenadores personales y vive hoy su segunda revolución de la mano de los nuevos formatos.
La historia del diseño gráfico moderno en nuestro país está pendiente de escribirse. Sólo Enrie Satué hizo una primera –y única, de momento– aproximación seria y sistematizada en su libro para Alianza, El diseño gráfico en España: historia de una forma comunicativa nueva. Es evidente que un solo historiador no puede hacer la historia. Siendo un volumen imprescindible y realizado con rigor, el libro de Satué tiene el sesgo lógico que le imprime quien además es un diseñador destacado, esto es, forma parte de esa historia; sin que pueda reprochársele, inclina además la balanza del lado de los diseñadores catalanes, que es lo que mejor conoce. La historia objetiva se conforma siempre en el contraste de los distintos historiadores subjetivos. Ojalá algún día haya otra historia que contrastar.
Pioneros del diseño gráfico español, sin ser un libro de historia del diseño, aporta pinceladas para contribuir a su configuración. Acaso de un libro tan voluminoso podría esperarse una muestra mayor, si lo que se pretendía era el carácter histórico. Quince nombres son pocos para un periodo de nuestro diseño tan fructífero y, sobre todo, que tanto ha influido en el diseño posterior. No se entienda como una crítica, a cambio tenemos por primera vez aproximaciones a esos maestros bien documentadas, sin escatimar en reproducciones, más allá de la escueta nota biográfica sin apenas documentación de la obra.
Los quince diseñadores son Josep Artigas, un dibujante excelente y versátil, muy vinculado a la publicidad y que ha pasado a la historia visual de este país por su cartel para POLIL, en el que un abrigo presentaba un agujero enorme; Cirici Pellicer, que fue un innovador en el uso de las tintas en sus ilustraciones impresas y a quien se le define como el primer director de arte; Arnand Doménech, un virtuoso dibujante que como la mayoría en aquella época tuvo su etapa «suiza», en la que sus trazos elaborados dieron paso a la simplicidad formal que se imponía desde Europa; el tándem formado por Elías y Santamarina, que añaden a las dificultades de aquellos años el haber trabajado siempre en Asturias, aislados de los movimientos que crecían en Madrid y Barcelona; Jordi Fornas, de quien hay que destacar su labor en el diseño editorial, muy influido por el pop británico; Fermín Garbayo, ilustrador publicitario y fundador del Grupo 13, el primer colectivo organizado de grafistas en Madrid; sus trabajos para carteles taurinos rompieron la férrea estética que hasta entonces había marcado el género.
Por supuesto, en la selección no falta Daniel Gil, portadista de Alianza Editorial y padre del diseño de cubiertas actual; sus más de 4.000 portadas para una misma editorial le convierten en un caso único en la historia del diseño, y su influencia no se limita a nuestro país: de la mano de la colección de bolsillo de Alianza su trabajo saltó al otro lado del Atlántico, siendo actualmente reconocido en toda Iberoamérica; Ricard Giralt Miracle, impresor, dibujante, tipógrafo y diseñador, un renacentista inquieto cuyo legado es hoy estudiado en las escuelas de diseño en todo el mundo; Ernest Moradell, publicitario catalán; Antoni Morillas, escultor, ilustrador y publicitario barcelonés, su inquietud por la expresión tridimensional le llevó a desarrollar en volumen muchas de sus marcas y piezas gráficas; el preciosista Joan Pedragosa, quien desarrolló una depurada técnica de geometrías y colores planos que luego fue imitada durante décadas; Plá Narbona, uno de los pocos que aún sigue realizando trabajos, considerado el maestro del diseño catalán; Manolo Prieto, que aunque su nombre esté inevitablemente asociado al Toro de Osborne, su pieza más universal, acumuló una trayectoria prolífica y versátil; Julián Santamaría, cartelista muy vinculado a la publicidad, capaz de alternar los recursos figurativos con el limitado repertorio del grafismo helvético de los años 60. Cierra la selección Tomás Vellvé, grafista y tipógrafo de quien destacan sus logotipos contundentes y su habilidad para los collages.
Es éste un libro de imágenes, sobre todo. Más de un millar, que por primera vez pueden ser disfrutadas y comparadas. Del repaso al trabajo de estos pioneros se nos antojan precisas dos reflexiones. Por un lado, la presencia del cartel como pieza estrella en la comunicación gráfica del pasado siglo. Contrasta con la práctica desaparición del género que vivimos hoy, cuando el cartelismo ha quedado relegado a una actividad residual, limitada a los conciertos musicales y al espectro menos oficialista de la propaganda política. Ni siquiera las vallas y los pósters de los mupis y paradas de autobús pueden llamarse carteles en sentido estricto, ni por sus aspectos formales ni por sus contenidos; son en realidad adaptaciones de gráficas publicitarias, esto es, anuncios. La segunda reflexión se refiere al cambio radical que ha sufrido el diseño de cubiertas de libros. Frente al amanerado y «marketiniano» modo de presentar hoy las novedades editoriales, la recuperación de esas cubiertas, especialmente las de Fornás y las de Daniel Gil, nos llevan a añorar el tiempo en que el libro como objeto y su relación con el poseedor primaban sobre la eventual y efímera eficacia en las mesas de novedades de las librerías, y confirman que hemos pasado de aquellos diseños pensados para durar mucho tiempo a estos otros, maquinados en los departamentos de marketing para vender en poco tiempo el máximo de ejemplares.
Emilio Gil asume en Pioneros del diseño gráfico español el reto de elaborar la selección de autores, aportando a cada uno la nota bigráfica, escueta pero suficiente. Además, escoge para cada diseñador a quien ha de glosar el perfil. Con ello, hay en estos textos anécdotas personales, opiniones, proximidad que se antepone a veces a los datos objetivos. Como contrapunto, le son cedidas un buen número de páginas del libro a Anna Calvera, que las emplea en desplegar una acertada aproximación al nacimiento de la profesión de diseñador gráfico. En ella afronta una de las cuestiones esenciales para la historia del diseño, y que está todavía sin resolver: ¿dónde está el arranque del diseño tal como lo entendemos hoy? Frente a quienes quieren encontrarlo en el nacimiento de la producción gráfica, y con ello podríamos remontarnos en el tiempo hasta la invención de la imprenta, ella mantiene que «la clave de la cuestión no está tanto en la historia de la industria como sistema productivo, sino en la evolución de la demanda de material impreso y la incorporación de un sistema organizativo especial para poder hacerle frente y suministrar el nuevo tipo de pedidos». Sin llegar a afinarlo, sugiere en definitiva que el diseño actual surge con el cliente. Y para tratar de concretarlo en el tiempo, aventura: «No es más que una hipótesis, pero es la que refrenda la tesis implícita en este libro según la cual, para que se pueda hablar realmente de pioneros, hay que poner la atención en el concepto de diseño y éste, al menos en España, surgió, como en otros muchos lugares del mundo, después de la guerra, es decir, de la guerra civil en España, de la II Guerra Mundial en el extranjero».
Se completa el tomo con una doble cronología que abarca los años entre 1939 y 1975, en la que se enfrenta lo acontecido en el diseño español con los principales hitos del diseño en el mundo.